Contra el tiempo progresivamente acelerado


Inmersión sensorial, la obra de Cao Guimarães, Centro Municipal de Exposiciones SUBTE.



Cao Guimarães (Belo Horizonte, Minas Gerais, 1965) se mueve en un terreno híbrido, ubicado entre el cine y el videoarte. Bebió la artesanía casera del cine con un abuelo aficionado y comenzó a filmar videos durante los breves años en que vivió en Londres. Desde un comienzo el artista tomó un camino inverso al del relato de estructura aristotélica que puebla nuestra comunicación visual y mediática. Esa estructura, en donde la solución de un problema en su cumbre dramática mueve al tiempo inexorablemente hacia delante, acompaña y refleja la voracidad insaciable del mercado y contribuye a sancionar una gráfica de tiempo progresivamente acelerado. Esta aceleración enfermiza atenta potablemente contra el tiempo de la naturaleza y contra el ser humano como productor de cultura. Las imágenes de Guimarães, por el contrario, tienen la virtud de quebrar ese torbellino, ya sea mediante una reflexión conceptual propia o mediante relatos opuestos a la dictadura del tiempo acelerado, a menudo registrados en los márgenes de la sociedad.

A veces es el propio artista quien fabrica la metáfora. En Quarta Feira de Cinzas, por ejemplo, Guimarães pone confetis de colores brillantes en el camino de las hormigas y filma cómo esa sociedad despliega con celeridad su organización obrera para cargar los confetis hacia el hormiguero a ritmo de samba.

A pesar de no estar presentes en la exhibición, sería injusto no hacer referencia a los largometrajes de Guimarães. Así, en Andarilho el cineasta acompaña por el paisaje montañoso de Minas Gerais a tres vagamundos cuya vida consiste en caminar. La cámara se introduce en esa laxitud de un tiempo diferente cuando muestra a los personajes, registra la neblina, la larga ruta, el crepúsculo, los planos aéreos sobre la amplitud inabarcable del paisaje. Obra sobre la relación entre el caminar y el pensar, sobre el dislocamiento constante de las cosas que no se fijan, los pensamientos transitorios, las imágenes efímeras y la vida como un mero pasaje. En A Alma do Osso, Dominguinho es un ermitaño de 72 años que vive en una caverna de piedra. Construida con largos silencios, la película muestra al ermitaño ejecutando sus tareas diarias, como cocinar y limpiar, pero también imágenes de los alrededores de su territorio. En la vida del ermitaño, el silencio es el estado normal en que el tiempo pasa y el habla es la excepción.

Del proyecto fotográfico (“work in progress”) Gambiarras, el Subte municipal muestra 30 fotografías de las cerca de 100 que ya lleva. Se trata de un registro de improvisaciones técnicas ingeniadas por gente pobre para reparar provisoriamente dispositivos industriales o para crear otros: una ventana que ya no queda abierta se sostiene con una tabla de cocina; un corpiño con el bretel roto se arregla con un clip de apretar papeles; una papa y un escarbadientes funcionan como un pincho de escritorio en donde ensartar facturas y papeles; un CD en desuso es utilizado como sombrero de una lámpara, etc. Esta resignificación de la tecnología, propia de la experiencia cotidiana del Tercer Mundo, es registrada “Con una mirada más poética que crítica”, ha escrito Verónica Cordeiro, la curadora invitada de la muestra. Sin embargo, esa mirada no implica un procedimiento especial. Es el enfoque sobre pliegues o campos abiertos de la realidad contrarios a la imagen sancionada del mundo –la imagen progresivamente acelerada- lo que torna en poesía la obra de Cao Guimarães.


© Sergio Altesor Licandro

Publicado en el semanario Brecha en diciembre de 2010.