Poemas de Sergio Altesor en El sur y el norte
Puntos cardinales en la noche
Por Elvio E. Gandolfo
PUEDE TERMINAR el exilio, pero es difícil que termine la sensación. Es más, se complica: cuando se vuelve al lugar de origen, uno ya no se integra del todo. Y si se vuelve por segunda vez al sitio de exilio, también la imagen, el clima, el sentimiento se fracturan y entremezclan. Como Sergio Altesor vivió muchos años en la lejana Suecia, extrema la tensión: plantea un sur y un norte equidistantes de cada polo (aunque se sienta mucho más el polo Norte en Suecia, que el polo Sur en Uruguay).
El lenguaje y las imágenes continúan una obra poética áspera, de contornos nítidos, que hablan con la misma precisión del paisaje, la noche, o las calles, que de las proyecciones internas de esos elementos básicos. Ya en el lejano Trenes en la noche (1982) estaba presente ese tono, y una honda relación con esos objetos que, nada eternos o paradigmáticos, son humanos, materiales, concretos, y por lo tanto trabajados por el tiempo, y por el cambio que los tiempos sucesivos (históricos, sociales, personales) van operando sobre seres, animales y transportes.
En el caso de este libro impresiona la solidez de su estructura. La primera parte es para el Norte, seguida por "Noticias del Norte". La segunda para el Sur, seguida por "Noticias del Sur". Entremedio se insertan los cinco dibujos excelentes de Mingo Ferreira, que en su condición plástica, con seres humanos representativos, paradójicamente contribuyen a perfeccionar el filo personal y único de las palabras.
Como es lógico, las dos mitades se interpenetran. En pleno norte, en una "Noche de regaliz", el que experimenta y emite palabras desea: "Quisiera ser envuelto por las corrientes polvorientas sazonadas cálidas húmedas sucias que se creaban en las calles y los jardincitos suburbanos de otra parte". Y le basta pasar ante una librería de la época para pintar un renovado "cambalache": "la oscuridad de las jornadas que se extienden a lo largo de las avenidas y al costado de los escaparates donde Foucault y la biografía de José Stalin se revuelcan con ratoncitos Mickey y banderas de fútbol".
En el sur, se recobra el lenguaje, las palabras del lugar: "Colas de zorro ortigas cardos y cardillos/ carqueja contrayerba cortadera culantros/ lucera alas de loro guaraninas abrojos/ paja brava verdolagas atamisques puyas/ paja blanca abrepuños pisingallos borrajas/ caraguatez uñas de gato ispágulas". Una vez cantada y vivida esa vorágine de palabras distintas, también se recobra la sensación de los límites y el amargor, la "lluvia miserable": "este río de basura fluía por las calles, las cunetas, las orejas de los perros sarnosos, los ojos de los ciegos". El que vuelve puede volver a hablar de eso, y más allá, también desplegar la sábana inmensa de balance y acusación del sur en "Un país": "un país que destierra lo que no puede exterminar/ doblegar asfixiar amordazar aniquilar neutralizar".
El norte, leído primero, es recortado en sus perfiles, frío, cercano al polo. El sur podrá ser limitado, sucio, pobre, conflictuado, pero es donde se oyen mejor las palabras, donde se palpa mejor (y mejor se entiende, se siente) el clima, por malo y lluvioso que sea. Es el mundo de las contradicciones que parecen eternas, como en "Zoológicos del sur": "Aunque el león sea un saco de peluche/ moribundo// y el enorme elefante apretado en la jaula/ pisotee su bosta// los adultos lo miran/ de la mano de los niños".
En contraposición a la zambullida o el patinar oscuro o refulgente de la poesía, incluso con rabia, incluso con dolor, están los dos bloques de noticias: del sur y el norte. Allí aparece la risa por el absurdo, la ironía de doble filo, la "intervención" sutil, ladina sobre los sentidos ya sobrecargados de la prensa, para hacer reír, para darse cuenta de golpe, por desopilancia. Sumados, los cuatro bloques (y los dibujos de Mingo Ferreira) construyen un gran libro de poesía nacional, de un exiliado doble, regresado.
Publicado en El País Cultural el 15 de junio de 2012.